Comencemos por recordar al gran libertador porcino Horafix Wainstom, un grosso de aquellos que, espada en mano, espantó a las jaurías lobunas y salvó así a cientos de aldeanos escoceses de morir de hambre, ya que estas horribles bestias se comían todo el ganado e incluso mataban a los niños que se internaban en los bosques. Aquel día memorable Horafix montó la mula de su dueño, y se mandó a repartir sin asco. Fue la primera vez que un chancho fue considerado un héroe entre los humanos.
También tenemos a Le Pierrault, el cerdo favorito de Napoleón, quién se metió adentro del cañón cuando las tropas revolucionarias francas se habían quedado sin pólvora y se inmoló en honor a su patria por la liberación. Si hubiese sabido que Napoleón tiempo después se proclamaría emperador y pactaría con los lobos una tregua, nunca hubiese hecho lo que hizo.
Durante la primera guerra el joven O´Conermin, cerdo inglés de familia burguesa recorrió un largo camino por la frontera del Líbano hasta las bases aliadas en la colonia francesa de Argelia. Recorrió entonces kilómetros y kilómetros esquivando bombas y varios ataques de las tropas del Eje. De cualquier manera nunca fue debidamente reconocido ya que en esas misiones por África nunca se enfrento realmente a los lobos debido a que estos nunca se trasladaron tan lejos para luchar, sino que les dejaron la posta a sus primas, las hienas…
Hoy en día el soldado chancho actual cuenta con equipamiento moderno, sin dejar de ser ese tierno y simpático ser que todos conocemos. Ejemplos de disciplina y coraje son los del joven Pedrito Huelhey (foto de abajo) cuya meteórica carrera militar es celebrada por sus superiores. Ahora le dejan usar una bazooka, pero le advierten que tengan cuidado. Un pequeño error y la base militar se puede convertir en un depósito de morcilla.
